lunes, 12 de julio de 2010

Esa vitalidad

Mientras hacia compañía a la siesta, oía unos golpes asincronizados, sordos, pesados,… Dejo la grata compañía de la siesta y me pongo el traje de investigador. Rechazo que sea el perro ya que el si que continua en manos de Morfeo. Vuelvo a detectar ese sonido y presiento que es del exterior. Me asomo por la ventana de la cocina y veo a una señora de casi 90 años con un pico de tamaño industrial entre sus curtidas manos. La buena mujer con su gorro blanco, pesa poco más que la herramienta que levanta y deja caer sobre el suelo en la búsqueda de perforar la tierra húmeda del jardín. Ese era el origen del extraño ruido. Hoy por lo visto en lugar de trabajar en el monte lo está haciendo en la parcela que rodea a la vivienda que tiene alquilada a mi hija. Y esto me hace recordar a otras tantas personas de su misma edad cuya vitalidad le hace acometer actos físicos que van contra la naturaleza. Hoy mismo nos hemos enterado que la abuela de mi yerno ha fallecido. Pues bien esa mujer ha estado su cuerpo inválido los últimos años de su entrañable existencia. Había cumplido largamente los 90. Pero hasta poco antes de esa parálisis, aun jugaba sus partidas de tenis periódicamente. Y yo me pregunto que lucha interna tendrá ese cuerpo que no obedece a los requerimientos de su mente. Cuantos sufrimientos gratuitos no corporales padecerán esas personas. Nunca lo sabremos y creo en mi modesta opinión es que aunque los supiéramos. ¿le haríamos caso?. Creo que será muy difícil la solución

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